Supongamos que hablamos de la vida, de la vida como una metáfora, como una metáfora del siglo XXI.
Ya conocemos muchas de estas formas de ver la vida:
“la vida es como una noria, a veces estás arriba, a veces abajo”
“estar en la flor de la vida”
“la vida como una montaña rusa”
“la vida es como unas lentejas, o la tomas o la dejas”
“la vida es un laberinto lleno de pasadizos”
Y así un largo etc. de frases, refranes y metáforas con lo que la gente ha intentado dar sentido a la vida comparándola con algo del mundo que nos rodea.
Y ahora, me toca a mí:
Supongamos que un día nos levantamos con ganas de comernos el mundo, ese día que te miras al espejo y corroboras lo perfecto y maravilloso que eres, esos escasos días.
Supongamos que te apuntas al gimnasio, una vez dentro y con las ganas suficientes de tener un cambio, en este caso físico, te aproximas a la cinta, esa máquina cardiovascular en la que corres la distancia que quieras sin salir de un sitio cerrado. Ella va a ser nuestras lentejas, nuestro laberinto, nuestra vida…
Nosotros seremos nosotros mismos y la cinta andadora será nuestra vida. Ahora bien, nos subimos con las ganas del primer día de gimnasio, dejamos la toalla apoyada en la parte frontal y la botella de agua en el suelo y le damos al botón del nivel, la maquina andarina empieza a funcionar y nosotros con ella, en ese mismo momento se podría decir que estamos acorde con la vida, porque aun podríamos ir más deprisa lo que quiere decir que todavía podemos seguir su ritmo. Incluso estaríamos forzando la lentitud de nuestra zancada.
Subamos un nivel, ahora, seguimos yendo lentos, tenemos el control, como cuando nos hemos mirado al espejo esta mañana, somos capaces de ir más deprisa, tenemos ganas de subir de nivel.
Continuemos subiendo, nos encontramos en el punto en el que el caminar se hace sencillo, ni muy lento ni muy rápido, está perfecto, somos capaces de controlarlo incluso diría que somos capaces de aguantar ese ritmo durante horas. Es el punto de estabilidad, estabilidad emocional que nos proporciona la intriga de: ¿Qué pasará si subo de nivel?, la ilusión de ver que podemos hacerlo pero, por otra parte, si siguiéramos así durante mucho más tiempo acabaríamos aburridos, es como si ves una película que te gusta muchísimo durante todo el día una y otra vez, al final te cansa, “deja de gustarte”, como cuando te pones una canción de despertador y ya no quieres sabes nada mas de ella para siempre. Por tanto, subes de nivel.
Aquí estamos, un nivel por encima de nuestro paso natural, que sería comparable con un examen de la universidad, por ejemplo, llevas practicando mucho tiempo y cuando llega el examen deberías de saber hacerlo, es más, acabas y sales sabiendo que puedes subir de nivel, que vas “sobrado”
Por tanto, subimos un nivel mas, pero ya no es lo mismo, estamos bastante desmotivados porque este nivel ya no es como los otros, requiere de una zancada especial, no es correr pero tampoco es andar, es un nivel extraño, algo nuevo que aun no sabemos muy bien cómo controlar, seria, para que me vayáis entendiendo, la misma sensación que cuando conoces a una persona nueva pero aun no sabes «por dónde va», os estáis conociendo, tu y la nueva persona, tu y la nueva zancada. Después de un tiempo, te das cuenta de que empiezas a controlarlo y por lo tanto pulsas el botón.
Siguiente nivel, comienza la adrenalina. Tienes que empezar a correr, estás obligado, si en algún momento se te ocurriera parar a descansar, a ver la “vida” pasar, no puedes, caerías, es como si al ir por la autopista en 6ª redujeras a segunda de golpe, sería muy peligroso. Pero recordemos que “hoy” tenemos ganas de gimnasio,» hoy» nos íbamos a comer la vida. Asique, una vez hechas las comprobaciones de que somos capaces de aguantar así un rato más…
Subamos de nivel. Ya estamos dándolo todo, llegando al final de nuestra resistencia, tanto física como moral, estamos casi en el límite, tanto nuestro como de nuestra maquina corredora, es el momento de mas tensión, cuando mas adrenalina expulsas, cuando tienes que disfrutar de lo poco que ese momento dura, porque andando hemos dicho que seriamos capaces de aguantar horas, pero… ¿y corriendo?, obviamente no es lo mismo, por ese motivo hay que aprovecharlo, pensar en las agujetas de mañana te va dejando poco a poco sin poder continuar, sin embargo mirar las calorías que has ido perdiendo equilibra la perdida de ganas.
Y en ese momento, después del recorrido que llevamos hecho llega el momento en el que tenemos que decidir parar la maquina, quizá si lo hacemos ya, nos arrepentiremos de no haber podido resistir un poco más, de no haber luchado mas, de no haber dado una nueva oportunidad a tiempo, pero quizá pensemos que no nos merezca la pena seguir corriendo por hoy, que por hoy, ya es suficiente.
Esa elección ya no está escrita, mi intención es que me hayáis acompañado por cada nivel, hayáis sudado y sufrido las consecuencias conmigo de “pisar mal” o que hayáis sentido el vértigo que implica verse corriendo a tan altos niveles, lo demás, el momento en el que cada uno decide parar, en el que cada uno decide dejar de luchar, eso forma parte de una decisión individual, de cada uno de nosotros.
29 agosto, 2012 a las 9:57 am
Maravillosa entrada, cuánta razón tienes… Te he acompañado en cada uno de los niveles y lo haré hasta el fin del mundo.
P.D. Sé de una que se deja las lentejas…
Besos, tu pija.
3 septiembre, 2012 a las 11:30 am
no comerse las lentejas no es lo importante….
nos vemos en el siguiente nivel 😉