“¡Otro día más sin verte! Mis amigas dicen que 28 son suficientes para olvidarte. Pero nada, aquí sigo contando las horas como método de autodestrucción. Cada noche antes de dormir, cuando apareces en mi mente, juro, me juro, que cuando te piense mañana, como cada día al despertar, ya no significarás nada. También dicen que eso no funciona, y ahí llevan razón, que borre tu número, que tire tus cosas, que rompa tus fotos, que hablar contigo, no ayuda…
Dicen que no me entienden, y no las quito razón, ellas ya me aguantaban hablar de ti incluso antes de que tú supieras quien soy…
Antes de irme necesito que entiendas que aunque a ti no te guste no significa que yo no pueda hacerlo. ¡Déjame soñar! Déjame imaginar cómo sería abrazarte siempre que me apetezca. Besarte, hacerte cosquillas, olerte el cuello, comerte la oreja, tocarte la tripa, tumbarme en tu pecho, hacerte reír, escuchar tu día porque a mí me interesa. Enseñarte a sentir la felicidad sin castigos. Déjame imaginarme como me sorprendes un día tras otro con detalles de los que me gustan, de los que no cuestan dinero. Déjame imaginarnos compartiendo cosas, momentos, lugares, grandes conversaciones, intensos silencios, besos especiales, malos momentos y malos días. Déjame imaginarte conociéndome, cada poro de mi cuerpo, disfrutando de cada cosa que, a ambos, no nos guste de nosotros y déjame imaginarme, por último, cuánto te importa mi vida, cada cosa que hago, cada cosa que me pasa, o por qué decido hacer esto o lo otro, acariciándome por quién soy y no solo por ganas, apeteciéndote mi presencia…
A veces pienso que si todo lo que imagino en mi cabeza no pasa, es porque no tiene que pasar. Pero siempre me han encantado los retos. Otras veces pienso que cuanto más cerca sucede algo, menos apreciamos la realidad. Como aquellos cuadros puntillistas que se mostraban perfectos en la lejanía. Quizás a nosotros nos haya pasado lo mismo. Porque una vez pensé que podríamos ser perfectos. Pero en ese momento te tenía demasiado cerca.
He intentado quitarme la razón de lo que ya imaginaba y de lo que venía escuchando de la gente de mi alrededor. Pero no he podido, no me has dejado y has agotado las oportunidades.
Cada noche al fumarme un cigarro antes de dormir, prometía al aire que esa era la última calada que iba a dar y que mañana ya no fumaría. Como si fuese Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó. Era fácil decirlo justo después de haber fumado. Llevo haciendo eso cada noche durante mucho tiempo, hasta que un día de repente, amanecí y decidí que ya no fumaba más. Era suficiente. Yo, fumadora de más de 20 cigarros al día había pasado de 100 a 0 de la noche a la mañana. ¿Crees que algún día me pasará eso contigo? ¿Qué llegará un día en el que despertar no irá vinculado a pensarte?
Gracias, por haber sido la pared que un día derribé, aunque no me gustara lo que había detrás. Y por absolutamente todo lo que ya sabes. Por no haberme dejado con las ganas de intentarlo»
Madrid, A 23 de febrero de 2014.
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