La vida está llena de pequeños momentos llamados “locuras”. De instantes en los que una decisión cambia el rumbo de tu viaje. Momentos en los que se encoje el estómago, se te pone la piel de gallina, tienes ganas de llorar, de reír, de gritar. Sientes el miedo invadiendo cada latido intenso que da tu corazón, un escalofrío nervioso que le pega una sacudida a tu cuerpo de repente y notas como fluye la adrenalina como en esos segundos en los que cae la montaña rusa al vacío y pierdes la respiración.

De repente todas las emociones estallan al mismo tiempo y eres incapaz de responder a la pregunta ¿cómo te sientes? “es raro, no se puede explicar”.

Para mí, las mejores sensaciones, son las que no se pueden explicar con palabras, las que pasan en apenas unos segundos y se esfuman para siempre pero que sin embargo, se quedan grabadas en la memoria de por vida.
Instantes que se guardan en algún lugar de la mente y que intentamos encontrar en cualquier momento con tal de volver a sentir durante unas milésimas de segundo ese volcán de sensaciones inexplicables.