Perdonad que me meta en vuestras vidas así sin avisar. Muy mío por otra parte. Pero es que hoy vengo con ganas, con más ganas que otras veces, quiero decir.
El otro día en una sesión de esas de inglés que me agotan, me pusieron varios cortos y quiero  enseñaros uno que me llamó la atención.

Geri’s Game Pixar

Yo, que ando vagando en busca de la inspiración, siempre olvido que a veces llega sin avisar, a si sin más, como las estaciones del año, como las mejores amistades, como las sorpresas, los regalos, el amor, los mejores viajes o los mejores planes.
Cuando cuento a alguien que otra persona me ha decepcionado, la mayoría, por no decir todos, me aconsejan lo mismo: “La mejor solución, Ester, es no esperar nada de nadie, a si nadie te decepcionará”. ¡Pues qué penoso! ¿No?
Llamadme rara porque debo ser la única que espera mucho de la otra persona, sea quien sea, haya tenido la vida que haya tenido, digan lo que digan de ella, prejuicios, rumores, pensamientos, aficiones, en fin ya me entendéis.
Pienso que llevo razón, diréis a vuestro favor que os ahorráis sufrir por gente que no merece la pena, pero no es justo vuestro argumento. ¡Si no la habéis conocido! Veréis: pongamos una escala del 1 al 10 respecto a la “otra” persona. Todo el mundo empezaría desde 0. Eso es lo que nos han vendido que hay que hacer y vamos nosotros y decidimos que eso hacemos. En el caso de que la persona gane puntos en nuestra manera de ver la vida, irá ascendiendo progresivamente hasta llegar al 10, en caso contrario, un par de fallos y adiós. Probad con lo mío: si usamos el mismo ejemplo de la escala, yo empezaría con la “otra” persona por el 10, a la inversa que el resto del mundo. Si la persona encaja conmigo, mantendrá el 10, en caso contrario, irá descendiendo hasta llegar a 0 y entonces la que dice adiós soy yo. Sin embargo pocas veces ha sido así. Porque al jugar con escalas opuestas, mientras la mía aún continúa por encima de la mitad, la vuestra todavía no ha llegado a 5 en sentido contrario. Yo sigo aquí, vosotros os vais. ¿Qué ocurre en el caso de que “el que se va sin ser echado vuelve sin ser llamado?” que mi balanza todavía es positiva y os acepto una segunda oportunidad (tercera, cuarta… en fin…) cosa que al contrario poquísimas veces pasa porque las ganas de volver a equilibrar la balanza por vuestra parte son nulas.
Parece difícil pero es bastante sencillo. Me pongo en vuestro lugar, y lo intento, me siento poderosa eligiendo de quién me alejo y con quién me quedo. Sin embargo, ¿os habéis puesto alguna vez en mi lugar? ¿Imagináis, aunque sea solo un poco, durante unos segundos, cómo me siento yo cuando os vais, cuando no me habéis dado las oportunidades que os he dado yo y os habéis ido antes de tiempo? Decís adiós como el que dice buenos días al kiosquero del barrio, sin sentido, sin motivo, sin explicación y sin argumento. Y en el caso de que lo tengáis – que por algo os habréis ido – ¿Por qué no lo decís?
He gastado ya todos los motivos posibles, pensado y rebuscado cualquiera que fuese: miedo, envidia, celos, rabia, indecisión, inmadurez, incluso un «no me gustas» hubiera estado bien…  y creo, sinceramente, que merezco el de verdad. Porque no hay peor sensación en el mundo que la incertidumbre, la ignorancia, que te priven del saber o el “tú sabrás”…
Pienso también, siempre en mi opinión y volviendo al corto del principio, que pensáis que no hay mejor compañía que la de uno mismo, cosa que comparto en cierto modo, pero también creo, que siempre hay que dar la oportunidad a alguien de bajar en la escala hasta el 0, de jugar, de perder, al menos durante una partida entera.