Hoy he vuelto a casa de mis padres, me he tumbado en la que fue mi cama, en la que fue mi habitación y donde nada ha cambiado. Mi madre no ha tocado ni un peluche de cómo lo dejé. Esto debe ser algo de madres porque he hablado con mucha gente sobre este hecho y las madres conservan hasta los pósteres de la pared.
Mi cama ha sido un mundo de sensaciones. Nunca había vuelto a estar tumbada desde que lo hice por última vez la noche de un viernes de hace un poco más de tres años. Al volver a mi cama parecía que no había pasado el tiempo y sin embargo cuando estoy en mi casa, en la de ahora, me parece eterno. Estar allí tumbada ha sido como si mi vida no hubiera avanzado, me sentía pequeña, inocente, me sentía la misma niña que dormía ahí cada día. Ha sido un viaje increíble en el que me he dado cuenta de que 3 años es mucho o poco tiempo, en función de para qué. Y estando ahí, acurrucada entre los cojines, tumbada entre esas 4 paredes llenas de fotos, libros y peluches, pienso… Este era mi hogar. Este siempre será mi hogar. Pero ahora tengo un hogar nuevo….
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