Cuando era pequeña siempre jugaba a los médicos, me colgaba un estetoscopio al cuello y era la “reina de la casa”. En realidad tan solo quería ser alguien grande, que salvara vidas y que las vidas dependieran de mí, sentirme importante y poderosa.
Ahora soy un proyecto de ese poder, proyecto de PERIODISTA, alguien importante e imprescindible para calmar la sed de información que demanda la sociedad. No salvo vidas, pero les doy toda la información que necesitan para cuidarlas, para ser independientes.
Ahora, empuño un bolígrafo y un papel y soy la “reina de la información”.
Cuando pienso que podría estar estudiando cómo hacer una operación a corazón abierto, sinceramente, no me arrepiento, porque no hay operación con más riesgo de muerte que el futuro de mi profesión. Tener que ser el mejor entre cirujanos no tiene la emoción suficiente como para “luchar” por ello, sin embargo, ser el mejor entre millones de periodistas graduados y de gente que ejerce de ello sin haber pisado una facultad, eso, eso sí que es operar a corazón abierto, eso, eso sí que merece mi lucha para ser alguien grande dentro de mi profesión.