Quiero escribir algo importante para mí, importante desde hace un par de años, va a sonar a coñazo, a sermón aburrido, a poesía barata, pero es algo que me marcó y me cambió la forma de ver las cosas.
Hace unos dos años aproximadamente, estaba yo en una clase llamada “Sentidos”, la impartía un tipo con barba de un par de días que pavoneaba las manos de forma excesiva, pero que hablaba que daba gusto escucharle, era un hombre extraño que por muy bien que le conozcas (aunque ese no era mi caso) no sabes cómo definirle, una compañera mía, seguidora fiel de aquel individuo, tenía algunas dudas acerca de la publicidad y es que ella era estudiante de ello y casualmente él, era publicista.
Sus clases era bien un reflejo suyo, nos convertía rápidamente apuntándonos con el dedo índice en “ciudadanos”, “marcianos” o “turistas extranjeros”, nos hacia bajar a la calle y teníamos que ver absolutamente TODO lo que nos rodeaba, como si fuéramos el personaje que a cada cual le había correspondido aleatoriamente. Si, esa fue mi segunda clase de la ECH (Escuela Contemporánea de Humanidades – http://www.ech.es/) un tío con esquemas ilegibles en papel que me hacia convertirme en “marciana” y asustarme al verme reflejada en el cristal opaco de una nave espacial de otro planeta.
–           ¿cómo te has sentido?

–          ¿Extraña? – pregunté yo con el «acojonamiento» del primer día
Por un momento pensé ¿Dónde narices me he metido? El momento se transformó en semanas al verme sola, rodeada de gente de mi edad, cuyo libro de bolsillo habría sido en algún momento El guardián entre el centeno o Lolita, ahora, además de soledad, tenía que asumir la sensación de ser una I –N –C – U – L – T – A con todas las letras, y la agonía de tener que permanecer callada para no decir nada que hiciera a los seres superiores de aquella sala arrepentirse de haberme concedido una beca tras una desastrosa entrevista con el tío más extraño del planeta del que os hablare en un rato.
Yo, una persona capaz de contar un chiste en medio de un secuestro, callada.
Mi exitosa entrevista (demostrada a posteriori) os la puedo resumir brevemente de esta manera:
–          ¿Cuál es el último libro que te has leído? – me preguntó Tomás Blanco mientras le daba una calada a su cigarrillo. Yo tuve que tragar saliva porque no había ni último ni primer libro que me hubiera leído. Opté por decir la verdad delante de un tío que hoy en día admiro aunque en ese momento y durante muchos meses después era el tipo más desagradable, seco y borde que conocía

Tomás Blanco


–          Sinceramente, no me gusta mucho leer.
Y para mi sorpresa, semanas después tenía un correo en mi bandeja de entrada que me anunciaba mi ingreso en la ECH, una de las más prestigiosas escuelas de creación literaria (además de otras cosas) del país y una beca que duraría tres meses, periodo que me tendría que servir para familiarizarme con alumnos y profesores y valorar maduramente si aquellas clases me ayudarían para poner en la carcasa de un libro mi nombre de pila, pero no como cualquiera, sino como una PROFESIONAL
Yo no llevaba ni libreta, ni bolígrafo, ni libro que me hubiera acompañado durante el viaje hasta llegar allí, ni nada. Con 30 Gº a la sombra nos hizo subir a 30 personas a la minúscula azotea de aquel chalet convertido en escuela, un tipo con una barba de más de un mes, nervioso de estado natural, con unos ronchones de sudor que le cambiaban el color de la camiseta y fumando “Wiston” minuto si y minuto también, se plantó delante de una pizarra de plástico blanca y dijo:
-Tú, sal y dibuja un árbol.
Imaginaos la cara de la pobre chica que tenía que dibujar un árbol, su cara y la del resto de personas que permanecíamos perplejas ante aquella primera clase de la ECH, para qué narices serviría tener que dibujar un árbol.

–           ¿Pero con copa? – preguntó al chica asustada de pies a cabeza
–          Dibuja un árbol – contestó el tipo
La pobre chica dibujó un árbol de tercero de guardería, pero casualmente lo decoró con una espiral en el centro del tronco, detalle que aprovechó perfectamente Tomás para soltarnos un sermón de realidad compartida que duraría hasta el conflicto de una película, unos 35 minutos aproximadamente.
–          Tranquilos que lo repetiremos muchas veces a lo largo del curso – dijo Tomás al ver nuestras caras.
En ese momento todos respiramos aliviados porque no habíamos entendido absolutamente nada. Y, cuando parecía que ya se había pasado todo dijo:
–          Coged una hoja y escribid un sueño en primera persona del presente.
La oleada de caos quedó muda hasta que nos hizo el enorme favor de desaparecer de la sala. Momento en el que la desesperación invadió aquel espacio: ¿Qué hay que hacer? ¿Cómo se hace? ¿Un sueño sobre qué? Imaginaos….
Mis primeros meses becada tenía la misma sensación que un conductor novel viajando por primera vez de Madrid a Granada sin GPS, pero según estaba entrando en Andalucía más ganas tenía de llegar. Tomás cada vez parecía más interesante, las clases de “Sentidos” empezaban a tenerlo, y Nuria Labari, una mujer con mas ojos que cara, nos dejó fascinados por su increíble poder de averiguar la vida (con detalle) de la gente, con solo observarla o escucharla hablar durante un minúsculo periodo de tiempo.
Luego vinieron las despedidas, que, tras tres meses de prueba, sus pocas ganas de conseguir algo que les gustaba, les hizo a casi la mitad de nosotros abandonar la escuela. En la siguiente etapa, conocimos a nuevos profesores (Gándara, María, José Luis Corrales, Analía, Lele, Jorge Lago, Puche….) y las clases pasaron a ser algo por lo que cada sábado a las 8 de la mañana sonaba el despertador con las mismas ganas con las que yo me despertaba, eso implicaba privarse de muchas cosas, como dormir un sábado o salir de fiesta un viernes por la noche, pero estar allí, con las que hoy son “mis chicas”, riéndome a carcajadas, quedándome boquiabierta después de dos años en cada clase,  lo cambia todo y hace que merezca la pena.
Hoy, estoy rellenado el formulario para continuar un año más, y si pudiera, lo firmaba de por vida. Porque no es lo que aprendes, es cómo lo aprendes, la relación con los profesores, (por llamarlos de alguna manera) la relación con mis compañeras, que ya se pueden llamar amigas, el espacio, la libertad, el hecho de estar en el sitio donde quieres, con la gente que quieres, aprendiendo algo que te gusta y sabes, estando allí, que no quieres que eso se pase nunca, como un primer amor, que sea para siempre.