A veces, entre tiempo y tiempo, no sé decirte cuánto exactamente, me da por empezar de cero. Me doy como una oportunidad de volver a echarle esas ganas que se van desgastando con el tiempo. Esto pasa mucho ahora con el inicio del año nuevo, nuevos propósitos, retomar lo que dejaste por febrero… como que sientes que el vaso se ha vuelto a llenar y esta vez ya no se va a vaciar ni una gota. «Esta vez si«. Luego pasa el tiempo, mucho más rápido de lo que nos queremos dar cuenta y del vaso ya solo queda el último trago.

Entre tiempo y tiempo, muchas veces me siento agobiada del mundo. Quizás soy yo porque la gente sigue el ritmo frenético de la vida insaciable. Es como que necesito pulsar el «apagado» y desconectar. ¡Ni que fuera yo una abogada en New York! Pero yo que sé, me agobio. ¿Nunca te ha pasado que estás tan saturado de la sociedad que solo quieres ponerte una capa de invisibilidad y aguantar ahí un rato largo? Que no me encuentre ni mi madre.

A veces, comparo mi vida con mis recuerdos y descubro que me hubiera gustado repetirlos y no sé si eso es bueno o malo.

Veo a la gente siendo feliz en instagram y me lo creo. ¿Es que no soy suficientemente feliz? ¿Esta gente no descansa? ¿Por qué discuto tanto con mi novio pudiendo estar todo el día sonriendo en las fotos? ¿Por qué alguien iba a estar fingiendo con la pereza que da? Voy a tener que maquillarme más.

Luego, entre tiempo y tiempo, me siento en la mesa con mi familia y tengo el vaso tan lleno que necesito uno más grande. Me río, exploto por dentro, les veo y les siento felices, quiero a mi novio, discutimos todos y a mi se me olvidó hacer una foto para que todo el mundo viera lo feliz que estaba con mi familia ese día.