Un, dos, tres, al escondite inglés, sin mover las manos ni los pies
Así nos encontramos todos desde hace más de 7 días, algunos bastantes más. Cuando ni siquiera habíamos empezado a jugar, yo ya tenía mis dudas sobre si podría irme de vacaciones al final del mes de marzo y todavía no era ni día 15. La gente hacía colas infinitas en los supermercados para no tener que salir de sus búnquers cuando ni siquiera sabíamos que íbamos a estar confinados. Aumentaba el miedo al mismo tiempo que la desinformación. Vi cómo la gente de mi barrio también desabastecía el tabaco el mismo día que se decretó el estado de alarma siendo este un establecimiento que permanecería abierto por «necesidad». Después de lo que estamos viviendo, creo que no es necesidad pero me da miedo pensar de lo que sería capaz la gente por fumarse un cigarro sin poder mover «ni las manos ni los pies» durante, por ahora, un mes.
Estamos aprendiendo mucho sobre cómo funcionan los rebaños. El poder del grupo, la influencia del colectivo. Por primera vez me gusta sentirme parte del rebaño. Bueno, quizás me gusta no es la expresión, me consuela. Me asomo a la ventana a aplaudir a las 8 en punto, aunque mis vecinos prefieren empezar un par de minutos antes, no sé si lo pone en algún cartel que no he leído o llevo todos los relojes de mi casa con retraso. No importa, me llaman sus aplausos y salgo a unirme. Aplaudo con fuerza por todos y por mi novio, que trabaja en un supermercado donde no tienen mascarillas y sin embargo están en riesgo continúo y directo durante más de 6 horas al día. Le he fabricado una casera gracias a la gente que ha donado sus conocimientos para que yo pueda hacerla desde mi casa.
Me gusta porque en este juego en el que el virus cuenta hasta tres, sin mover las manos ni los pies, todos los demás somos iguales. Juega con todos. No hay ricos y pobres. Ahora solo hay dos escalones, los héroes y los que perdemos si nos movemos. Héroes sin suficiente protección que cuando acabe todo esto espero que reciban lo que merecen. Todas esas personas que inevitablemente tienen que moverse por todos nosotros, también tienen familia a la que quieren ver, pero están salvando a la nuestra. También quieren quedarse en casa, pero eligen protegernos. También quieren teletrabajar, pero tienen que reponer los supermercados. También quieren sentirse a salvo, pero tienen que limpiar todo lo que tocamos.
Me gusta porque pensamos que cuanto más tenemos, más protegidos estamos frente a lo que pueda ir viniendo y lo único que nos protege es tenernos. Y cada vez que nos movemos, corremos el riesgo de perdernos los unos a los otros.
No hay que salir a luchar contra nadie, hay que dejar de moverse y esperar. Y aún así, teniendo todo en nuestra mano, no somos capaces de hacer algo TAN FÁCIL. Porque nunca nadie nos ha enseñado a que las cosas se arreglan sin hacer nada.
«No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio» – Charles Darwin
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